Aumentan las voces en la academia y en el mundo judicial para hacer más claro el lenguaje de las sentencias. Esto no es censurable, desde luego, pero entraña unos peligros que suelen pasar desapercibidos, particularmente cuando se olvida que el lenguaje de la ley es la fuente de legitimidad de los jueces y una garantía para los ciudadanos en el Estado de Derecho.
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